Costa Rica está llegando a un punto álgido de la discusión sobre las uniones de parejas del mismo sexo. Diciembre cada vez se acerca más y, tristemente, todo el buen sentido común parece cada vez más escaso en nuestras instancias electorales, legislativas y judiciales.
Nuevamente resurge esa polarización que se vivió hace 3 años con el TLC sólo que en este caso es peor incluso. Porque hace 4 años estaba en duda si el Sí o el No implicaban ganancias o perdidas para los costarricenses. Los ticos estábamos votando para defender los hipotéticos beneficios que se podían mantener o perder, segun como terminara la votación y según a quién se escuchara. De ahí la violencia y las pasiones con las que se vivió el proceso.
Pero en este referendo ganan unos y los otros no pierden nada. O pierden unos y los otros no ganan nada. Desde un punto de vista económico, haciendo un cálculo costo-beneficio, no hay razón para que alguien se dedique a hacer campaña a favor del No.
En efecto, el perfil típico de un partidario del No es una persona posiblemente heterosexual, convencida de que las uniones homosexuales no deberían existir legalmente (y probablemente tampoco de hecho). Así, si las uniones homosexuales se vieran legalmente reconocidas y amparadas por la ley, siempre teniendo un status inferior al del matrimonio, un potencial partidario del No nunca se vería afectado (considerando que sea Heterosexual, claro) puesto que el matrimonio seguiría teniendo un status superior y de todas maneras no habría ningún impedimento para que todos los heterosexuales que deseen seguir casándose o procreando lo hagan.
Está claro entonces que un potencial votante del "No" no tiene como motivación la defensa de sus propios intereses o derechos adquiridos, puesto que estos se mantienen intactos. Es obvio entonces que el voto responde a otros parámetros. Por ejemplo, el odio a los homosexuales, patología conocida como Homofobia y que muy hábilmente disfrazan de "defensa de la moral y las buenas costumbres" y que además aliñan con "argumentos biológicos" de poca monta.
Pero más allá del componente patológico de este voto, también podemos encontrar una razón de ineptitud social. En efecto, muchos de los potenciales votantes del "No" se muestran socialmente discapacitados hasta cierto punto puesto que carecen, para empezar, de empatía. Tristemente, el resultado del referendo podría ser un síntoma inequívoco de que los costarricenses no tenemos el menor amor por el prójimo y de que en realidad nuestra idiosincracia está fundamentalmente reñida con la cohesión social.
Es esencialmente la prueba clara de que esto no es más que un "Referendo del Odio" que busca simplemente impedir la plena realización de una parte importante de conciudadanos. En efecto, la democracia participativa se corrompe, desde los púlpitos, desde Observatorios cegados (o ciegos) y entrometidos y desde los mismos pilares de ésta (léase, el Tribunal Supremo de Elecciones) por la pasividad de muchos e incluso la permisiva omisión de principios básicos y evidentes de la democracia por parte de ciertos Magistrados.
En efecto, se necesita un considerable esfuerzo para que personas instruidas en los principios básicos del Derecho logren omitir un hecho muy lógico y que es obvio para todo aquel con sentido común(el menos común de los sentidos): si las mayorías deciden sobre las minorías, las minorías llevan las de perder.
Y sin embargo, aun hay gente que ciegamente, sordamente y casi que inercialmente se empeñan en creer y hacer creer que en este referendo está en juego algo así como la supervivencia de la especie o "la moral y las buenas costumbres" de la sociedad tica o la salvación de Costa Rica de los fuegos eternos infernales(?).
Al parecer las "buenas costumbres" no contemplan el derecho a amar a quién se quiera (hay que amar a quién se debe) ni el deber de tolerar al prójimo ni el deber de la sociedad de permitir a sus miembros la realización de sus cometidos en la sociedad. Menos aún contemplan el hecho de que la ley debería proteger a todos los ciudadanos, no sólo a los que se dedican a tener chiquitos.
Porque, y aquí no puedo evitar el sarcasmo, es obvio que el día que una ley así se apruebe el 99% de los heterosexuales van a salir del clóset para unirse a alguien de su mismo sexo y la capacidad reproductiva de nuestra sociedad se verá gravemente comprometida.
O peor aun, los jóvenes, por ejemplo, ya no tendrán que tener ese largo y horrible debate sobre si salir del clóset o no. Ya no existiría la dicotomía entre tener una vida "normal" como Dios manda o si caer en la "perversión" de la homosexualidad. No, no existiría. Estoy seguro de que más y más parejas, más y más personas que han vivido mucho tiempo con ese "ser o no ser" decidirían ser quien son y no ser quién la sociedad quiere que sean. Pero, total, parece que no es del interés público ni de los defensores de la "moral y las buenas costumbres" que la mayoría de la gente sea feliz. (Al parecer eso no es una buena costumbre, como si parecen serlo la discriminación y odio-a-todos-los-que-no-son-como-yo).
Es más que obvio que un buen contigente de heterosexuales (creo que demográficamente, somos una mayoría) siguen dispuestos a seguir casándose (algunos de hecho parecen ser coleccionistas de matrimonios) y procreando (o, en muchos casos, seguir metiendo goles y jalándose tortas) niños y niñas. A nadie en realidad le importa mucho que vivan en familias que dejan mucho que desear en cuanto a afecto y cariño o incluso valores, siempre y cuando sean un hombre y una mujer. Nadie parece contemplar la posibilidad de que más allá de la reproducción (que de todas maneras no está vedada a las parejas homosexuales), las parejas homosexuales aun puedan formar una familia y proveer de amor a un niño o a una niña e inculcarle valores decentes que, de por si, hoy brillan por su ausencia en nuestra sociedad.
Al parecer, hoy por hoy, la familia heterosexual, disfuncional incluso, ostenta el Gran Monopolio de la Transmisión de Valores y del Amor a los niños. Solo hay que ir al Hospital de Niños o al Centro de Detención de Menores en el Zurquí para comprobar como el principal enemigo de la Familia no son las uniones homosexuales.